domingo, 18 de septiembre de 2011

Escribir

Escribir es disparar contra el olvido.
Escribir es como, al fin y al cabo, drogarse.
Escribir es crear una realidad ficticia, paralela a la realidad real. ¿Para qué? Para evadirte del mundo que tan mal nos trata a veces, para sosegarte, para sentirte realizado, ¿para obtener reconocimiento social?

Bar putrefacto, antiguo, con esas barras grises metalizadas que retumban cuando las golpean con una moneda, nadie podía imaginar que fuera de este antro el mundo viviese en todo un siglo XXI. Detrás de la barra, el camarero de siempre, Pedro, un abogado frustrado que decidió darle una salida a su vida en la hostelería. Coloca cajas en los altillos del bar. En la barra, un solo hombre -es temprano de momento- Luis, sentado en un taburete medio recostado sobre la barra pringosa y en silencio, sostiene un gin tonic y sus 55 años de vida, marcados por la frustración que le produce a un ser humano renegar de su propia condición sexual. Él lo sabía, y se lo había confesado a Pedro, que de un tiempo a esta parte se había convertido en su mejor confidente. Quizá es la única persona con la que Luis hablaba medio en serio, hacía a la vez de psicólogo, camarero, y amigo.

Escribir, escribir es disparar contra el olvido.

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