sábado, 11 de febrero de 2012

Que su nombre no se borre de la historia.

La ignominiosa Guerra Civil entre hermanos que se vivió en España fue de una dureza terrible y extrema. Dice la historia que los odios y rencores que provoca una contienda civil tardan décadas y décadas en cicatrizar. En España, la forma que tenemos tan pasional de entender la política, unido a cómo se ha tratado el tema de la guerra hace que esas décadas puedan ser siglos.

No quiero entrar a valorar quién tuvo la culpa de la Guerra, si se puedo evitar sino, quién fue peor o mejor, quién mató más o menos, no, eso sería caer en lo de siempre. La Guerra Civil fue espantosa y los dos "bandos" cometieron actos execrables y repugnantes que deben merecer la más enérgica condena.

Pero tras la Guerra Civil se estableció un régimen que tenía un perfecto plan diseñado de destrucción y eliminación de personas por motivos ideológicos. Desde 1939 hasta aproximadamente 1952 el Estado franquista persiguió y mató a cientos de españoles por el simple motivo de tener una ideología diferente a la oficial. Una permanente vulneración de Derechos Humanos que hoy a todos nos escandaliza y que si se tratase de otro país veríamos con verdadero horror. En lo que respecta a las víctimas de la Guerra, el régimen de Franco reparó, honró, buscó y dio digna sepultura a los suyos, elevándolos a mártires y ejemplificándolos, mientras que seguía matando a los que con él discrepaban y se vertían mentiras e infamias sobre los vencidos. Unas víctimas de la Guerra ya habían sido reparadas, otras, evidentemente no.

Con la llegada de la democracia, lo lógico hubiese sido -como en el 90% de los países- que las víctimas que quedaban enterradas en el subsuelo español fuesen buscadas y entregadas a sus familias para que éstas pudiesen darles digan sepultura. Pero la Transición, que se hizo bajo el miedo permanente de los españoles a otra Guerra, hizo que los demócratas cediésemos a muchos derechos que nos correspondían de forma natural. Se cedió absolutamente tanto que a día de hoy nos han tomado por tontos y por el simple hecho de pedir dar un entierro digno a familiares se nos llama "remuevemierdas". Escandaloso. La Transición, que mejor sería llamarla re-democratización fue amnésica y anestésica. Con ella no cerramos las heridas porque "no era el momento" y asumimos con resignación que ciertamente "no era el momento". Tres décadas después, cuando se supone la democracia está consolidada y el pueblo español maduro se intenta por fin cerrar de una vez por todas las heridas, insisto únicamente buscando a los muertos que están en nuestras cuentas y que obviamos sin inmutarnos, y resulta que se nos dice que "ya es demasiado tarde". Asistimos ante una verdadera tomadura de pelo para con los que lucharon precisamente por traer justicia y democracia, justo lo que hoy tenemos y disfrutamos.

Las mentes de la ciudadanía española se han quedado apresadas en el miedo infligido por la rebelión antidemocrática del 18 de Julio, y bajo nuestros pies hay un museo de horror y cadáveres que pisamos. Democracia construida con impunidad, democracia débil. Somos, una vez más, la vergüenza internacional, hasta los países que hoy no son precisamente ejemplo de democracias, miran a España con verdadera incredulidad ante su tratamiento a las víctimas del horror franquista.

Por tanto, la lucha por que se dé una digna respuesta a las víctimas del franquismo no es una cuestión de ser de derechas o de izquierdas, es una cuestión moral que todo demócrata debe asumir como propia. Porque todo esto, nos ha llevado a vivir en un país donde uno de sus mayores embajadores culturales, Federico García Lorca, está enterrado en una cuneta en lugar desconocido, mientras sus asesinos en un templo sagrado con todos los honores. ¿No nos da VERGÜENZA?

Fosas cerradas, heridas abiertas. Verdad, justicia y reparación. Hasta la ONU nos lo exige.

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